martes, 22 de febrero de 2011

Champagne bendito

                                                                                           Por  P.G. Bolcatto
 
     No voy a revelar su nombre. Simplemente preservaré en el anonimato a quien fue capaz de retirar sutílmente la entretela que cubría el misterio del brindis y mostrarme su verdadera cara, la de la comunión. Si les dijera quién es, ustedes perderían la maravillosa oportunidad de descubrir la magia de la musa del brindis. Y eso sería muy cruel de mi parte.


      Entre la CH de champagne y la B de bendito está la C, por eso, me referiré a ella como CC, y así, sonará al nombrala como la mosquita africana del sueño, de ese sueño que te acaricia con textura de terciopelo y danza curvilíneamente frente a tu rostro antes de invadirte.
     - Mirá, ves? La burbuja aparece y vuela su ascenso subacuático, llega al borde y estalla en aroma esencial que te nutre de su afecto. Entendiste? Solía decirme.
     Yo no entendía. Soy corto, lo saben? Mis ojos sólo veían un humilde fenómeno de mezcla bifásica de densidades diferentes producto de lo cual la especie de menor densidad asciende buscando un equilibrio mecánico que finalmente se ve interrumpido por la presencia de una nueva interfase cuya tensión superficial es incompatible con la estabilidad hidrostática de la burbuja provocándole su colapso. Le dije eso a CC. Simplemente me amonestó con su mirada. Y yo la acepté, pero seguía sin entender.
    - Claro! Además, te explico: cuando la burbujita implota se produce como un choque entre ella y el vinito, produciéndose una onda de presión que nosotros escuchamos como un chillido, como el de la pava cuando preparamos mate. Intenté ilustrarla. Pero CC se mordió el labio inferior y quebró imperceptiblemente su cabeza hacia atrás.
   - Sí, y viste que hay que mirarse a los ojos porque si no vas a tener algunos años de desventuras amorosas. Aporté reproduciendo chimentos familiares.
   - Quien no se asume intérprete de su líbido, se asusta de la seducción y niega su sensualidad necesita aferrarse a fetiches populares que le sostengan su debilidad. Me murmuró cerca del cuello. Me hizo cosquillas.
   - Ah! y me vas a negar lo del chin-chin? Es el quinto sentido activo en el momento de brindar. Es la fibra que resta conmover. Respondí cuando el latigazo eléctrico de CC culminó su recorrido desde el oído hasta el empeine.
   Sus finos ojos me miraron de soslayo. Parecieron asentir. Casi lo había logrado.
   CC tomó mi copa y la llenó de burbujeante champagne. Tomó la suya y se copió a si misma. Empecé a sentirme plácidamente incómodo. Cuando la copa tomó vuelo hacia mi, no evité tocar sus manos. Su perfumado terciopelo ya me había impregnado. Por fin habló hacia mis ojos. La escuché contemplativo y se me hizo espíritu la boca. La burbuja volvió a subir hasta llegar a su cielo. Transmutó. La esencia se soltó y me bendijo. CC me invadió. Ahí, recién entonces, entendí.

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